viernes, 17 de febrero de 2012

Poder, democracia y democraticismo


Cuando los antiguos romanos discutían a cerca de las virtudes de la democracia, como ellos la entendían o la conceptualizaban, concluían que la plebe, el vulgo, el populacho; por su misma condición de pobres e ignorantes (sin instrucción) eran incapaces de gobernar y por lo tanto debería ser la clase rica y educada o sea la aristocracia romana, la que debería ejercer el poder. Si nos abocamos al término democracia, sin más, nos daremos cuenta que desde esa época  el concepto y la práctica de la democracia, como el ejercicio del poder del pueblo ha sido totalmente desnaturalizado y prácticamente ha perdido toda legitimidad ante los ojos de grandes sectores de la opinión pública en el mundo entero. Veamos, por ejemplo, el caso de los movimientos de indignados que ante la crisis social y económica, producto de las inequidades del capitalismo global, están protestando, en muchos casos violentamente el poder “democrático” del Estado oligarca que defiende la hegemonía o dictadura de esa clase que los manifestantes en contra de Wall Street  llaman el 1%. A pesar de todas sus falencias programáticas y de liderazgo este movimiento de masas (el 99%) ha logrado comprender a cabalidad que el Estado se ha convertido en un instrumento del gran capital monopolista. El caso de Grecia, la otrora Cuna de la Democracia, donde la dictadura de los grandes monopolios banqueros  de los Estados Unidos, Alemania y Francia han prácticamente sometido a sus interés económicos a todo el Estado y la sociedad griega, es muy ilustrativo a este respecto. Han logrado comprender que la democracia al estilo occidental es una farsa que no sirve a sus intereses de clase y que por lo tanto debe de ser eliminada y sustituida, por la fuerza si es necesario, por una democracia que no solo en teoría, sino en la práctica concreta materialice su poder y aspiraciones a vivir en un mundo mejor.

En el ensayo que publicaremos a continuación, el Profesor Luciano Castro Barillas expone con toda la maestría del caso del por qué ser Marxista o Socialista, contrario a la errónea y no pocas veces mal intencionada interpretación que de ambos se hace, no debe ser motivo de temor o aversión, pues el marxismo defiende los mejores ideales de la humanidad. “El fin de la guerra, la paz entre los pueblos, el cese del saqueo y de la violencia: ese es nuestro ideal”, dijo Lenin. El Socialismo como etapa suprema del desarrollo y perfección humana extinguirá la sociedad de clases. Tanto la burguesía como el proletariado, así como otros estratos sociales que hay en la sociedad contemporánea, llegarán a la igualación universal bajo el principio marxista de: "A cada quien según sus necesidades; y de cada cual, según sus capacidades". Marvin Najarro



PODER, DEMOCRACIA Y DEMOCRATICISMO

Por Luciano Castro Barillas


Hay democracias variadas, surtidas, como formaciones económicosociales  se han dado través de la historia. Para los patricios romanos o griegos, el régimen democrático era exclusivamente para ellos (instrucción y buena vida sin trabajar). Los esclavos, indudablemente, desconocían esta invención intelectual de personas lo suficientemente listas en la juventud del mundo, aunque sufrían su reificación, es decir, su práctica. La concreción o cosificación de un concepto de la filosofía platónica y aristotélica que se cebaba sobres sus adoloridas espaldas, al punto que Platón llamó a los esclavos “animales parlantes”. O las democracias feudales de la Edad Media, donde los grandes señores propietarios de la tierra comían abundante y sabroso por el esfuerzo de los siervos que con la labranza y la ganadería, virtualmente, mantenían una amplia cohorte de holgazanes (como las familias reales de España o Inglaterra cuyos estilos de vida ostentosos descansan sobre los hombros de los contribuyentes desde hace siglos). Por lo tanto, cuando los dirigentes corporativos archimillonarios de los Estados Unidos dicen a través de sus testaferros -los politiqueros del Partido Demócrata o el Partido Republicano- que Cuba o Venezuela deben promover “la democracia y la libertad” se refieren a la “democracia capitalista o burguesa” que ellos disfrutan, porque tal aserto es desmentido por los emigrantes latinoamericanos, los blancos pobres o los negros de baja escolaridad para quienes ese tipo de democracia es un infierno. “Todo depende”, dijo Pepito, un personaje infantil rapaz de la cultura popular guatemalteca.

Para 1917 surge el primer Estado Socialista en Rusia y a la vez la democracia socialista como  forma política principal y general de este tipo de Estado y en 1959 en América Latina con Cuba. Cuestionar al socialismo cubano, por ejemplo, del porqué se eligió tantas veces a Fidel Castro como presidente o como jefe del consejo de ministros, bueno, es un asunto que tiene explicación si se viaja al interior del sistema socialista y sus principios o criterios de delegación del poder soberano, representando en este caso en la Asamblea del Poder Popular. Principios  republicanos modificados por la doctrina socialista e inexistentes en la democracia burguesa como el centralismo democrático la dictadura del proletariado; totalmente ininteligibles y materia críptica, de otro mundo,  para quien no es marxista-leninista. A los politiqueros gringos y a sus émulos latinoamericanos no se les puede pedir que entiendan ese tipo de democracia.  Es un requerimiento absurdo, como pedirle a un cristiano que no crea en Dios. Porque sus creencias son distintas. Porque su moral es cristiana, no marxista y no cree en la violencia revolucionaria de las guerras justas. Un marxista puede ser ateo  (que no quiere decir ser brutal o salvaje) y coincidir con un cristiano en la categoría del amor, pues este principio humanitario es la razón de ser una revolución socialista y su proceso de edificación de una nueva sociedad. Lo mismo que el cristianismo, aunque sus métodos de alcanzar ese ideal son distintos. El marxismo es una manera de pensar, como cualquier otra; lo que lo hace diferente es que su máximo criterio de verdad es la práctica. Son los hechos de los hombres. Como dijera Martí: “Hacer es la mejor manera de decir”. El marxismo mismo nace a la vida del hombre como resultado de tomar las mejores ideas del sistema capitalista del siglo XIX. Sus ideas progresistas, que no son patrimonio exclusivo de los marxistas. El marxismo nace de las ideas de la filosofía clásica alemana, de la justicia social propuesta por el socialismo utópico francés y de las propuestas humanizantes (en relación con las ideas del feudalismo) de la economía política inglesaLas mejores ideas del capitalismo se transformaron en marxismo. Se desechó lo injusto e inconsecuente  de la ideología burguesa y se tomó lo justo. Eso es todo.

Hoy se está haciendo en Guatemala  -y es mi percepción personal- un esfuerzo de mejorar al país, dentro de un conjunto de ideas nacionalistas o nacionales, por parte de un gobierno presidido por un militar retirado. Hay una lucha  -pienso yo-  por erradicar la corrupción en la administración del Estado, sin embargo se le están filtrando muchos mañosos o posiblemente los están dejando pasar. ¿No sé? Pero hay muchas fallas. Dentro del sistema que llevó a Pérez Molina al poder no tendrá muchas alternativas conforme el tiempo avance, porque estará obligado a responder a sus financistas haciendo un gobierno como todos o se separa de ellos y se une a las demandas del pueblo, en una actitud de franca enemistad, algo poco probable. O permite la participación de las diferentes organizaciones sociales (incluidas la de los oligarcas) con los límites que esa participación conlleva, o le sucederá lo mismo que a Colom: el era uno de los tantos presidentes de su régimen (su ex mujer era la primera) y fue incapaz de centralizar sus decisiones de gobierno, lo que lo llevó al desbordamiento democraticista, una de las peores enfermedades de la democracia que se da cuando falta una sencilla y a la vez compleja palabra: autoridad. La autoridad, el poder, va precedido antes que de la fuerza coercitiva del Estado por la fuerza de la autoridad moral. Empezando, por ejemplo, por bajarse los sueldos insultantes para un país pobrecito. Entonces los guatemaltecos entenderán la palabra austeridad y germinará la cultura tributaria, sobre todo entre los ricos, porque siempre aducen eso para sustraerse de sus obligaciones ciudadanas y empresariales. Un gasto transparente será indudablemene un buen incentivo para todos. De lo contrario rechazarán cualquier impuesto pues, sencillamente, la petición de apretarse el cinturón sólo funciona para los pobres, que ya más hambre de la que aguantan no se podría más. Un gobierno democrático  -repito- se hace con la participación de todos los sectores sociales, con sus límites, porque si se rebasan esos límites, entonces acontece lo que se llama debilidad. Ausencia de poder. Falta de autoridad. Él como Capitán de la Nación sabe que sus soldados van a un frente de batalla con sus fusiles apuntando a un solo blanco. Los conduce. Les da dirección.  Si se dispersan, un tiro impactará por aquí, otro por allá y al final la batalla se perderá. Las opiniones, las participaciones  -trato de decir- se centralizan. Por eso el Negro Obama está llevando a la ruina a los Estados Unidos: es un presidente sin autoridad, para citar un ejemplo. Los oligarcas gringos le jalonean con frecuencia sus hermosas orejotas. Lo asustan los grandes financistas y hasta allí llegan sus esfuerzos de reforma. Igual pasará con Pérez Molina: lo van a asustar sus financistas o los oligarcas del CACIF y su buena voluntad tomará el camino de “A donde va Vicente, allí va la gente”. No se va a complicar la vida y dejará que todo siga como hasta hoy en este país. Está ese riesgo o enfrentar con decisión los caprichos del mundo empresarial guatemalteco, las dádivas de la minería o las mafias opositoras en el Congreso. La democracia es poder, el democraticismo dispersión, caos y debilidad. No todo mundo puede decidir, aunque sí opinar, hacer valer sus puntos de vista, reclamar sus derechos. Un presidente es para eso: para gobernar y para exhibir ante propios y extraños músculo y reflejo político. No convoco, por supuesto al autoritarismo, sino al verdadero uso del poder. Los oligarcas guatemaltecos quieren presidentes que les obedezcan y ese no es el punto. Tampoco las organizaciones populares deben esperar eso, porque entonces las dos posiciones están el exacto mismo lugar. ¿Para qué elegimos un mandatario que no va a mandar como el papanatas de Alvaro Colom? El neoliberalismo quiere Estados débiles y presidentes de papel.

Sepamos, pues, diferenciar entre democracia y democraticismo. Y entre oposición racional necesaria y oposición extrema, histérica y destructiva. El colapso de este país está a la vuelta de la esquina y la deflagración puede ser tan grande que créame   -sin ser catastrofista-  no quedará santo parado y Guatemala será, como dijera Joaquín Villalobos cuando eran un dirigente revolucionario sano del FMLN: (…) El Salvador es un país donde deben ser felices todos los salvadoreños, o no lo será nadie. El Salvador debe ser insufrible para todos.  La izquierda nacional con un solo diputado en el Congreso está a cero en incidencia en la política de Estado. Es la realidad. Y el arreglo tiene que venir entre las derechas, aunque no nos guste a las personas que militamos en la Revolución, al menos en el momento actual, donde la correlación de fuerzas nos es totalmente adversa. ¿Colaboracionismo con Otto Pérez Molina? Tampoco. Creo, para concluir, que no se debe ser como el perro del hortelano: que no come, ni deja comer.








Publicado por: Marvin Najarro
 USA.

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