viernes, 3 de febrero de 2012

Sí hubo genocidio


Parece que al ex general Otto Pérez Molina le está siendo muy difícil despojarse del uniforme militar o puede que su mentalidad militar todavía se encuentre en el atolladero del conflicto armado, lo cual no le permite darse cuenta que es el presidente de la Nación, la máxima autoridad civil de Guatemala, el más alto magistrado del Estado guatemalteco. Resulta increíble que ahora como presidente y después de haber confirmado en su cargo a la Fiscal General, Claudia Paz y Paz, y de prometer que cooperaría con ella, el ex general simple y sencillamente se está convirtiendo en un obstáculo al negar que durante el conflicto armado se hubiese cometido acto de genocidio alguno, pues semejante declaración es para sus incondicionales todo un juicio de valor y una herramienta política eficaz para satanizar de antemano un posible juicio contra el Profeta Sangriento Nacional. Resulta irrisorio entonces el que alguien (el jefe del equipo de transición) haya dicho que el presidente y la fiscal comparten las mismas metas. Según ha informado el Miami Herald, la principal prioridad de Pérez Molina es lograr el restablecimiento de la ayuda militar estadounidense, suspendida a causa de los abusos cometidos por los militares guatemaltecos  durante los 36 años de guerra civil. Para que la ayuda militar sea restablecida se necesita la certificación del Secretario o Secretaria de Estado de los Estados Unidos, quien deberá dar fe que en Guatemala se están respetando los derechos humanos reconocidos internacionalmente, se coopera con las investigaciones  judiciales  en contra de ex militares acusados de crímenes de guerra y se apoya a la Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG). Al contrario, Pérez Molina ha dicho que, el no cree en las pruebas presentadas por la Comisión de la Verdad de la ONU y que él puede probar la inexistencia de genocidio durante el conflicto. Sin embargo,  el mismo Ríos Montt afirma que (...) no es que no se hayan cometido atrocidades, pero yo no soy culpable.  Como se puede ver, el presidente en lugar de cooperar está deliberadamente obstruyendo la aplicación de la justicia, poniendo en claro que nocomparte las mismas metas de la fiscalía. Además, se sabe que Pérez Molina y otras figuras de su gabinete presidencial han sido elementos obstruccionistas para el normal desarrollo de las actividades de la CICIG. Lealtad o temor a que el decrépito general Ríos Montt (quien a estas alturas no tiene nada que perder) arroje la sopa, no le hace ningún bien a nadie, ni al presidente y su discurso de el "El cambio ha empezado". Ni mucho menos a la población que  desencantada empieza a darse cuenta que el cambio no es otra cosa que, de impunidad a más impunidad.

No es amparándose en tecnicismos legales  o en anfibologías del lenguaje como se tiene que abordar la historia. Releer o reescribir la historia de ese modo es totalmente distorsionante. Borrrar de un plumazo hechos históricos concretos, que marcan el reciente y conflictivo  pasado de Guatemala como se logrará hacer justicia y que ésta reine suprema, para que sanen las supurantes heridas y se acabe la impunidad. No es tolerando o incitando el abuso de poder, ejemplificado en el caso de El Diario de Centro América y de TGW, como se logrará el cambio estructural y no cosmético que tanto necesita y anhela el sufrido pueblo de "El país de la Eterna Primavera.” Marvin Najarro

A continuación, el Profesor Luciano Castro Barillas expone y deja en claro el por qué  sí hubo genocidio en Guatemala.






EN GUATEMALA SÍ HUBO GENOCIDIO

La solidaridad entre colegas no debe llegar al punto
de ser complicidad, señor Pérez Molina


Por Luciano Castro Barillas


Para evitar las discusiones bizantinas, ociosas y poco productivas es necesario recurrir al Diccionario de la Real Academia Española, DRAE, para definir correctamente el sentido directo o significados de una palabra, dada la riqueza de matices del idioma español y su carácter legal de su uso en nuestro país. El DRAE define como genocidio al exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivos de raza, de etnia, de religión, de política o nacionalidad. El propio Ríos Montt definió el delito de genocidio cuando afirmó en sus disparatadas alocuciones en los medios de comunicación de esos años que: “No estamos matando indios, sino comunistas”. O sea, pues, que el falso profeta de la iglesia Verbo reconoce que, en efecto, se estaba cometiendo genocidio, aunque no por razones étnicas o raciales, sino por su filiación política, tal como lo define el diccionario de la Real Academia Española. ¿Estamos, no?

Por consiguiente, si el señor presidente Otto Pérez Molina cree que no es genocidio masacrar a las personas representantes de una cultura (ixil, quiché o cakchiquel) o asesinadas por su condición de comunistas, entonces, ¿qué es un genocidio? El genocidio incluso es aplicado a acciones de crueldad (tortura) a personas detenidas, así como el caso de las desapariciones forzadas (el caso del comandante guerrillero Efraín Bámaca, herido en combate). La captura del general Efraín Ríos Montt hizo perder el balance y la mesura exhibida hasta no hace mucho por el nuevo presidente, posiblemente por que ya fue ligado a proceso judicial el ícono del militarismo represivo en nuestro país con el cual tiene identificaciones profesionales o complicidades, tal los señalamientos sobre prácticas represivas que en múltiples ocasiones se le han sindicado cuando fuera comandante militar en el área de conflicto del Quiché.

Tampoco debe verse como un acto de valentía y gallardía militar el hecho de que se haya puesto a la disposición de la justicia o en todo caso que no fue exageradamente cobarde como los otros mandos militares que inmediatamente resultaron encamándose en hospitales fingiendo demencia senil o enfermedades cardiovasculares, ante todo porque es consciente de algo: no puede salir huyendo a ningún lado porque hay una orden de captura internacional. No tiene, pues, alternativa. La justicia funciona con él ineludible y en este momento inaplazable. Impostergable. El tiempo, inexorablemente, se fue cerrando sobre él, en contradictorio sentido jurídico: retardado, lentísimo, cumplimiento de la ley, dado que su coraza de impunidad parlamentaria-política le dio semejante “valentía”. ¿Por qué no acudió tiempo atrás  -como todo un hombre- a dar cuenta de tantos entredichos? Por ello no podemos, ni debe ningún ciudadano digno compartir lo dicho con Otto Pérez Molina cuando afirmó: (…) lo dije cuando estaba de candidato y lo vuelvo a repetir hoy que estoy de presidente de la República; es que aquí en Guatemala no hubo genocidio. Se tipifica el genocidio cuando hay un exterminio de una raza por razón de ser una raza. Aquí en Guatemala lo que hubo fue un conflicto armado interno que la guerrilla lo llevó al interior del país y quisieron involucrar a las poblaciones mayas, pero aquí no hubo en ningún momento un exterminio por razón de raza, ustedes pueden chequear los archivos del ejército y ahí van a encontrar que un 80%, o un 70%, el ejército estaba compuesto por población maya.

Pero en acciones de odio represivo y de un Estado y sociedad racista ¿acaso no siempre se han matado a los indios por indios y por pobres? ¿Acaso se pueden negar los 500 años de dolor, opresión y aniquilamiento de los pueblos indígenas de  América por los españoles, criollos y mestizos? A los indígenas guatemaltecos se les mató por tres cosas: por indios, por pobres e indudablemente por comunistas. No seamos hipócritas, por favor. La Ley de Reconciliación Nacional en su artículo 5º. consigna con suficiente claridad que no hay amnistía para los actos de violencia contra la población civil no combatiente. ¿Y quiénes fueron las poblaciones arrasadas? Bueno, aldeas de personas desarmadas, civiles, que suponían o imaginaban los mandos militares proporcionaban apoyo logístico (alimentos e inteligencia) a las fuerzas guerrilleras. Es de peguntarse algo: ¿qué pueden hacer las personas que son visitadas por grupos armados en horas de la noche? Escucharles, no sin temor, ignorando si eran guerrilleros o soldados disfrazados de tal. No podían oponerse a ninguno de los dos bandos, aunque no se descarta que hubo simpatías individuales. Nadie quería comprometer a sus hijos, a sus ancianos o ellos mismos. Pero la represión fue irracional e indiscriminada. Pagaron justos por pecadores. Lo consignado por la Comisión de la Verdad  -que no puede funcionar como prueba de cargo en el proceso contra Ríos Montt-  documenta los métodos utilizados para masacrar a las personas, no su individualización.

Ahora bien, todos los hechos de violencia acontecidos entre los grupos combatientes, de personas en acciones de armas, no puede calificarse de genocidio, dado el caso que las personas que integraban las fuerzas militares no eran niños de primera comunión. Quien asume ese tipo de máxima beligerancia de lucha de clases tiene que atenerse a las consecuencias, sin embargo, hay una salvedad, una humana consideración: el respeto a los prisioneros de guerra, de acuerdo a los principios de la Convención de Ginebra.

Hay opiniones que discrepan de lo dicho por Otto Pérez Molina, como lo dicho por Nery Rodenas, director de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala: (…) el genocidio es uno de los hechos más atroces. La humillación, el desprecio y el ensañamiento hacia los grupos étnicos es lo que constituye este hecho, y todo eso lo sufrieron los indígenas. Lo mismo ocurrió en otras partes del país y en otras épocas, donde los militares acabaron pueblos enteros. O lo dicho también por Jorge Santos, coordinador del Centro Internacional para las Investigaciones en Derechos Humanos en Guatemala: (…) creo que estamos ante la presencia de un personaje responsable de la muerte de miles de guatemaltecos. Sus acciones bien encuadran en el genocidio, porque se vio un ensañamiento hacia las comunidades del pueblo ixil, asentados en Quiché; el genocidio es el exterminio sistemático de un grupo étnico, y fue lo que sucedió durante el período del general Ríos Montt.

               
               


               



Publicado por: Marvin Najarro
Ct., USA. 

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