sábado, 3 de marzo de 2012

LA BIBLIA, LOS CATÓLICOS DE JUTIAPA Y LOS MITOS…


 Introducción

Este ensayo escrito por Luciano Castro Barillas, publicado por la Revista Evolución en la edición de mayo del 2011, fue resultado de una consulta hecha por feligreses de la iglesia parroquial de Jutiapa, a raíz de unas declaraciones dadas por un sacerdote  -que sin mala intención y sí mucha amplitud- dijo en misa o en una reunión de grupos seglares que la Biblia es un mito”. No fue exactamente lo que el religioso dijo o quiso decir, pero fue suficiente para alborotar el cotarro católico, porque el golpe era demoledor, un gancho al hígado a la fe, a las creencias de los feligreses. Al final, todo se quedó en un mal entendido y al parecer, la lectura de este ensayo, permitió comprender mejor el planteamiento del sacerdote.  Marvin Najarro.


LA BIBLIALOS CATÓLICOS DE JUTIAPA
Y LOS MITOS


Por Luciano Castro Barillas


Un grupo de señoras amigas, católicas practicantes, me abordó un día de febrero en la ciudad de Jutiapa para consultarme -en mi calidad de escritor y mi relación con los mitos y la fantástica como herramientas de trabajo- sobre un asunto muy sensible que tenía que ver con la Biblia, los mitos y un sacerdote de la parroquia de Jutiapa que, al parecer, había ofendido su fe, sus creencias y convicciones al decirles con desparpajo “que la Biblia era un mito, una fantasía”.  “La respuesta  -les dije-  se las daré a través de la Revista Evolución, en el número de mayo de 2011”. Y, en efecto, tuve que escribir este pequeño ensayo que espero satisfaga sus inquietudes espirituales y rompa el cilicio de quien cree o siente horadada su fe u ofendido en sus convicciones. Pienso que lo dicho por el sacerdote no fue entendido de la manera debida, por alguna falla didáctica, premura del tiempo o bien falta de amplitud de quienes le escuchaban. Además no se trata de una opinión aventurada del clérigo, sino es una posición oficial de la Iglesia.[1] Pero, en fin, en aras de la paz, la conciliación, la tolerancia, la amistad, la fe y la cultura, este artículo debe ser leído sin prejuicios, sin previos posicionamientos ideológicos, pues la ciencia y la religión nunca han ligado y no quiero que la medicina resulte peor que la enfermedad.
             
Muchos historiadores, paleontólogos, arqueólogos y antropólogos desde hace pocos años, auxiliados por tecnologías de las actualmente llamadas “de punta” o innovadoras, han llegado a la conclusión de que parte de la Biblia, específicamente desde la creación hasta el Arca de Noé, son los mitos propios de las culturas primitivas, es decir, la era de la recolección, la caza, el pastoreo, hasta el posterior descubrimiento de la agricultura por la mujer y el abandono del nomadismo.[2] Hablamos del neolítico. Tiempos profundos aquellos en la historia de la humanidad y su pensamiento, en los que se empezaron a gestar los mitos y los gérmenes de la  fe de la cultura hebrea. Los grandes indagadores del mito y las culturas primitivas como Frazer, Campbell, Rank, Rank y Rohein, entre otros, han dado amplias y variadas respuestas sobre los símbolos iniciales que animaron la vida en las primeras comunidades humanas, materias harto complicadas de exponer y entender en un espacio tan reducido como lo es éste artículo periodístico. Baste decir, que el ser humano ha necesitado para vivir, desde siempre,  de cosas materiales y de símbolos eficaces que le han dado plenitud a su vida y le han permitido crear lo que hoy fácilmente llamamos civilización humana y sus diversos artefactos culturales como las ciencias y las artes. Las culturas de todos los pueblos del mundo poseen patrimonios intangibles y materiales. Ambos son igualmente valiosos y los mitos, aunque no tienen un peso, volumen y lugar en el espacio físico, viven, están, funcionan y alientan la vida de los hombres de cualquier comunidad nacional donde los halla. El mito fundacional de la Nación guatemalteca, el Popol Vuh, por ejemplo, no es una simple fantástica, sino el más alto símbolo de la identidad nacional, fruto del espíritu creativo del ser humano. Este mito no se puede fagocitar sino se estudia adecuadamente en sus tres Edades: la de los Dioses, la de los Héroes y la de los Hombres. Esa familia fabulosa de ocho miembros y sus peripecias nos hacen ser guatemaltecos. Corazón del Cielo y Corazón de la Tierra crean los primeros protohombres de arcilla y palo y al final crean a los hombres de maíz, naciendo de esa masa de maíz los primeros seres humanos, los abuelos  Ixpayacoc e Ixmucané y los gemelos cumes, o sea los últimos de la familia, Hunahpú e Ixbalanqué, hijos de sus padres, Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú, sin olvidar a sus hermanos mayores, dioses de los pintores, poetas, músicos, danzarines y talladores; Hunbatz y Hunchouén.[3] Es una perogrullada decir que un libro es solo tinta, papel y palabras, sin embargo ese es el nivel de apreciación de quienes no aprecian la cultura. El libro utilitario (el que obligadamente leen en un curso universitario) es mejor valorado en función de la profesión alampada, no obstante, por importante que sea, su incidencia espiritual e histórica será siempre limitada si la comparamos con nuestro mito fundamental, o los mitos griegos, persas o judíos. La Biblia, entonces, es eso, creadora de la civilización judeo-cristiana, como resultado de una fe, de una creencia colectiva eficaz. De allí que las amigas católicas debieran asumir con amplitud lo dicho por el sacerdote, pues temo que él no ha dicho nada indebido. Sencillamente no fue comprendido en su planteamiento. Veamos un ejemplo sencillo: los hebreos fueron esclavos en Babilonia, ciudad capital de los asirios, y cuando surge el mito del héroe asirio Gilgamesh, quien vive un diluvio; una serpiente le hace trampa cuando busca el árbol de la eterna juventud. Los esclavos hebreos indudablemente tomaron contacto con estos mitos asirios e hicieron  su propia versión. No necesariamente el capítulo del creacionismo fue escrito por un profeta, sino es un compendio de la tradición oral construida a lo largo de miles de años. El Árbol del Bien y del Mal bíblico tiene una curiosa analogía con esta epopeya acádica. El árbol aludido también era frecuentado por una serpiente.  O el caso de Sodoma y Gomorra, que la ciencia ha demostrado fueron ciudades reales las cuales vivieron una catástrofe sísmica. Estaban ubicadas al oriente de Jordania y se llamaban Babebrak y Numidia. El territorio donde estaban asentadas era rico en azufre, lo cual al parecer originó un incendio colosal. Es evidente que la parte más antigua de la Biblia está influida por los mitos de los pueblos de Mesopotamia, pues el relato de Gilgamesh posee irrefutables semejanzas, lo cual no tiene nada de extraño ni minusvalora a la Biblia, pues no hay culturas puras, ya que todas sin excepción sufren procesos de aculturación, es decir, hacen préstamos culturales. Son resultado del mestizaje cultural, de una síncresis religiosa. La epopeya acádica escrita en tablillas de arcilla habla de una pareja heroica  -Gilgamesh y Enkidu-  tiene una semejanza asombrosa con los hechos de David y Jonatán. En la mitología griega, surgida dos milenios después de Gilgamesh, también se da el mismo fenómeno analógico en los héroes Aquiles y Patroclo.
                
Pero ello no quita mérito a la grandeza oral de los judíos cristalizada en la Biblia, sino todo lo contrario, confirma lo que hoy toda persona medianamente informada sabe: la cultura humana es fruto de todos los pueblos del mundo.[4] Unos con más aportes, otros con menos. Ahora bien, no puede decirse lo mismo de los evangelios, porque estos son más que un tratado moral. Son una verdad viva, vital y orientadora, cuya vigencia, dos mil años después, está fresca e inmediata. Ahora bien, creer que el mundo fue creado en siete días no es posible. Sólo los dinosaurios necesitaron de un período de 300 millones de años para evolucionar, lo cual está comprobado por la paleontología. El creacionismo bíblico debe asumirse como una metáfora poética y no como necesariamente como un artículo de fe.  La literatura, en este caso la popular, es una parcela de la realidad, no necesariamente ficción. La literatura de cualquier parte del mundo y en todos los tiempos es un espejo amplio y fiel de la realidad.[5] Son ejercicios,  elaboraciones o transfiguraciones de la realidad por la palabra, oral o escrita. Esa fue lo que dijo o quiso decir el sacerdote, pero quizá dicho con prisa, sin ninguna mala intención. La realidad de la vida, la dimensión cristiana pletórica de promesas y esperanzas, la hacen los misterios de la fe y los hechos de cada ser humano, porque no se puede marchar por la vida con una pierna falente. Se marcha con las dos, para vivir la dimensión evangélica, pues ambas piernas son indivisibles e inmanentes. En fin, espero que este brevísimo ensayo sirva para mantener las más óptimas relaciones entre su pastor y ustedes. Muchos saludos estimadas amigas.




               



[1] La Biblia Latinoamericana. Artes Gráficas Carasa, Madrid, España, 1972.
[2] Historia Universal. De la Humanidad prehistórica al Imperio Bizantino. Págs. 4 al 96. Editorial Océano, Barcelona, 1981.
[3] Los Héroes Gemelos del Popol Vuh.  Por Nahum Megged, Universidad Hebrea de Jerusalén. Editorial José de Pineda Ibarra, Guatemala, 1979.
[4] Estética Marxista-Leninista. Editorial Progreso, Moscú, 1982.
[5] Arte, Ideología y Cultura. Por Jorge de la Fuente. Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1992.








Publicado por: Marvin Najarro
CT., USA.

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