jueves, 1 de marzo de 2012

PROPONIENDO BOBERÍAS SOBRE EL MAÍZ EN EL CONGRESO GUATEMALTECO



INTRODUCCIÓN

El maíz (Zea mays) como lo refiere Valentín Zamora Altamirano, ha sido el eje sobre el cual ha girado la vida de los pueblos mayas, ya que está presente en cada una de sus actividades que rigen su cosmovisión, espiritualidad y cultura. El imberbe diputado, Carlos Martínez, debería saber que el maíz, o el ancestral cultivo del mismo, producto de las políticas económicas de los tratados de libre comercio que, los Estados Unidos ha impuesto a México (NAFTA) y a Centro América (CAFTA) ha empobrecido a amplios sectores de la población rural de esas regiones; que al no poder competir con las grandes transnacionales del agro norteamericano, no han tenido más remedio que abandonar  sus pequeñas parcelas de tierra y, por consiguiente, la práctica del cultivo de subsistencia del maíz, para luego y sin mayores esperanzas emigrar hacia el norte como último recurso para subsistir. El siguiente ensayo, trabajo de extraordinaria labor del autor, es un rico recorrido sobre las peculiaridades histórico - culturales del maíz, que invita, no solo a su lectura y estudio, sino también a la reflexión sobre las vicisitudes alimentarias y de subsistencia que enfrentan millones de personas en el mundo entero ante el voraz ataque de las grandes transnacionales del agro; que ven, en el caso particular del maíz, no una fuente alimentaria, sino el producto apropiado que les redituará enormes ganancias económicas al ser convertido en biocombustible (etanol). El siguiente dato es muy revelador: el tanque de un automóvil de tamaño mediano tiene capacidad para 50 litros de bioetanol. Para obtener dicha cantidad de combustible se tienen que destruir 358 kilogramos de maíz; con los cuales se podría alimentar por un año a un niño en México o en Guatemala. Marvin Najarro

                                        





PROPONIENDO BOBERÍAS SOBRE EL MAÍZ
EN EL CONGRESO GUATEMALTECO

 Por Valentín Zamora Altamirano, periodista y arqueólogo.



El neófito diputado por Jutiapa, Carlos Martínez, hijo del diputado Jaime Martínez Lohayza  -el del apellido de gramática disparatada y solícito doméstico de Sandra Torres, hoy a punto de irse a la cárcel por corrupción-  tuvo, a falta de buenas ideas y de compromisos serios con sus electores, proponer en el Congreso de la República la iniciativa de ley que le daría a nuestro sagrado maíz el estatuto jurídico de patrimonio cultural o natural de la nación. La novatada politiquera es más que obvia, asimismo la desinformación del proponente, pues resulta que el maíz es un patrimonio cultural y natural de todos los pueblos de América, no exclusivamente de Guatemala. El maíz es el aporte de América al mundo. Es el cereal que alimenta a la humanidad, más que el trigo o el arroz, y que lo comemos en países de amplia diversidad cultural, de diferentes maneras: tortillas, tamalitos,  tascales, arepas u oropos, tamal navideño, tamal de viaje o simplemente hervidos o asados a las brasas. Es el mito fundacional de la nacionalidad guatemalteca, con el proceso de creación de los seres humanos por Corazón del Cielo, cuya experimentación para insuflarlo de vida lo hizo experimentar con el barro, el palo de pito y por último el maíz. El maíz  -por si no lo sabe este irrelevante y oportunista diputado-   no necesita que se le declare de nada. Su generosidad genética alimenta desde hace más de 6,000 años a bestias y a hombres. Culturalmente, esa propuesta es ociosa y estúpida. El maíz ha sido considerado sagrado desde la época prehispánica y la tradición cuenta que nació en un mítico lugar llamado “Paxil, de Cayalá, así llamados, vinieron las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas”. Yum Kaax era el dios maya del maíz, que aparece en el mural del sitio de San Bartola, pintado hacia el año 600 d.c., donde aparece la divinidad recibiendo el agua que permite la germinación de la semilla de maíz.

Para una mejor ilustración del diputado Martínez le cuento que en la región de Huista, Huehuetenango, crece silvestre una planta que los lugareños llaman maíz de rayo, la cual está en peligro de desaparecer debido a que la cortan como maleza; sin embargo, según hipótesis científicas, podría ser una de las especies que dieron origen al maíz, planta que por el mes de agosto de 2011 fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación.

Juan  Mérida Rodríguez, de 109 años de edad, es uno de los pobladores que están preocupados por esta situación. “Mi tata Severo nos enseñó a cuidar esta planta, porque fue la que nos dio el sagrado maíz, pero está desapareciendo porque usan mucho veneno como el gramoxone”, expresa.

Esta planta es conocida en Mesoamérica como teocinte o teocintle. Sus variedades se reproducen de manera escasa en algunas montañas de México, Honduras y Nicaragua. En Guatemala crece en los municipios de San Antonio Huista, así como en Jacaltenango, zonas que podrían ser identificadas como el mítico lugar maya de Paxil.  En Jutiapa y Jalapa crece otra especie de teocinte, el Zea maíz luxurians, pero los investigadores opinan que éste no tiene relación con la evolución genética del actual maíz, lo cual sí tiene el de la región de Huista, el zea maíz huehuetenangensis. El doctor en genética, César Azurdia, afirma que la especie de teocinte que existe en esta región de Huehuetenango es única en el mundo  -endémica-  y es una de las que genéticamente más se parece al maíz actual, por ejemplo, en cuanto a resistencia a plagas e inundaciones. Una de las incógnitas que los científicos aún no han logrado despejar en este proceso evolutivo es cómo y en qué momento se formó el olote de mazorca, ya que el teocinte no lo tiene, debido a que sus granos están unidos entre sí.

Francisco Vásquez, profesor de citogenética de la Facultad de Agronomía de la Universidad de San Carlos de Guatemala, dice que el origen del maíz es un enigma, ya que la estructura polística de los granos alrededor de un raquis central  -el olote-  es una característica de la cual no se ha podido determinar el origen. Hasta ahora no se tiene certeza en qué lugar se originó este cereal. Algunos científicos lo ubican en México, mientras que otros en Guatemala. En lo que sí están de acuerdo es que su origen es Mesoamericano.

El avance de la frontera agrícola está haciendo desaparecer estas plantas silvestres, que algunos pobladores de avanzada edad llaman salic y a la cual tradicionalmente identifican como el grano que le dio origen al maíz, que en el lugar conocen como Iximqú  -ixim significa maíz y qú, sagrado, divino-.

Saturnino Camposeco, originario de Santa Ana Huista, quien durante cincuenta años se ha dedicado a la agricultura, explica que aún hay teocinte en las partes altas, (…) pero se está terminando, dice, porque pocos campesinos quieren trabajar tradicionalmente usando machete y azadón; sólo quieren emplear venenos, con lo cual lo destruyen, concluye. Rubén López Herrera, coordinador de la Asociación para el Desarrollo Sostenible de la Mancomunidad Huista, a quien el 17 de agosto del año 2011 le otorgaron el reconocimiento Protector de la Naturaleza de la Tierra Chajil Uwachulew, refiere que en los lugares donde más se observa esta planta son en los cerros de Güigüitz y Sajagua, identificados actualmente con el topónimo de Los Cerros del Ixim.

El teocinte ha sido ignorado no solo por los pobladores, quienes lo tratan como maleza, sino también por las autoridades, que nunca han tratado de preservarlo. Tal situación podría cambiar ahora, después de que el 22 de agosto de 2011 el Ejecutivo declarara al maíz Patrimonio Nacional, con lo cual se comprometió a protegerlo y promover su investigación. Según Azurdia, el teocinte tiene gran potencial genético para mejorar otras variedades. Sostiene que contiene genes que pueden mejorar el maíz cultivado, ya que es resistente a sequías, cambios de temperatura y enfermedades. Fue descubierto en 1945, pero no hubo mayores estudios, salvo los efectuados por Azurdia, quien en 1983 hizo las primeras colectas. Posteriormente regresó a la región y observó que en muchas partes ya se había extinguido.

La vida de los pueblos mayas han girado en torno al maíz, ya que está presente en cada una de sus actividades que rigen su cosmovisión, espiritualidad y cultura. Todo esto se describe  -repito- en el Popol Vuh, el cual narra que del lugar llamado Paxil se trajo el maíz, para formar el cuerpo de los primeros habitantes, por lo cual se le rinde culto.

En Santiago Chimaltenango, Huehuetenango, por ejemplo, recibe el nombre de Padre Paxil, y en Colotenango, K´txu  -Nuestra Madre, en mam-  o Paxil. Cuenta la tradición que cuando no había maíz los pobladores se alimentaban de una planta llamada txetxina   -Madre Maíz-, cuya raíz era muy grande y de tallo único.

 La mujer tiene un papel protagonista en el Popol Vuh, cuando se narra que Ixquic quedó embarazada de la calavera de Huh-Hunahpú, que pendía de un árbol de jícaro, por lo que fue rechazada por su padre Cuchumaquic, señor de Xibalbá. Ixquic fue en busca de Ixmucané, madre de Hun Hunahpú, quien le dijo: (…) anda a cosechar una red grande de maíz y vuelve enseguida”. Ixquic se fue a la milpa, pero sólo había una mata de maíz. Se llenó de angustia… entonces invocó la ayuda de tres diosas vinculadas al culto del maíz, sin cortar la mazorca, y los acomodó en una red como si fueran mazorcas. La red se llenó completamente. Los animales del campo se llevaron el maíz a la casa. “Eres mi nuera”, confirmó entonces Ixmucané.

Distintos estudios coinciden en que el maíz fue domesticado hace unos 6,000 años   -10,000 años según otros-  y que su más cercano predecesor son las distintas especies de teocinte que crece en México y Centroamérica. No se sabe aún cómo se dio el cambio de teocinte a maíz, pero en excavaciones arqueológicas se han encontrado olotes de tres centímetros de largo similares al del maíz, lo cual indica una evolución, ya que las actuales mazorcas llegan a medir hasta 20 centímetros. El maíz es también el cereal de mayor producción en el mundo y parte de la dieta básica de América Latina y otros países. Fue introducido en Europa en el siglo XVI y su popularidad fue extendiéndose.

La historia del maíz parece ser la de una planta domesticada, modificada y atada a la existencia del ser humano. Hasta ahora, el candidato más cercano para desentrañar la evolución de esta planta es el teocinte, pues su cercanía genética y características morfológicas así lo establecen; no obstante, la especie sigue desapareciendo. “Nos daría mucha tristeza perder estas especies que están relacionadas con el cultivo más importante para la dieta del guatemalteco”, manifestó Vásquez.
               







Publicado por: Marvin Najarro
Ct., USA. 

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