martes, 3 de abril de 2012

LA MUERTE DE JESÚS


INTRODUCCIÓN




Thomas Paine, el revolucionario, intelectual y panfletista de origen inglés autor de “Comon Sense,” el panfleto revolucionario que más influyó en la lucha por la independencia de las Trece Colonias británicas en el continente americano en 1776 (American Revolution); es también el autor de “The Age of Reason” (1794), libro en el cual el Padre de la Revolución Americana, elabora toda una crítica en contra de la religión organizada combinada con una compilación de inconsistencias que él encontró en la biblia. En uno de los tantos pasajes del libro, referidos a Jesús, el autor Thomas Paine escribió lo siguiente: “Que una persona como Jesús Cristo existió, y que fue crucificado, que era el modo de ejecución de la época, son relaciones históricas estrictas con los límites de probabilidad. Él predicaba la más excelente moral y la equidad del hombre; pero predicaba también en contra de la corrupción y la avaricia de los sacerdotes judíos, y trajo a sí mismo el odio y la venganza de todo el sacerdocio. La acusación que aquellos sacerdotes trajeron en su contra fue aquella de sedición y conspiración en contra del gobierno Romano, al cual los judíos eran súbditos y a quien tributaban; y no es improbable que Jesús Cristo haya contemplado liberar a la nación Judía del cautiverio Romano. De cualquier forma, entre los dos, este reformador virtuoso y revolucionario perdió la vida. Marvin Najarro






Por Víctor Ruano P.


Las comunidades cristianas, con la celebración del Domingo de Ramos, inician la conmemoración de los hechos históricos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, acontecimientos ocurridos en la ciudad de Jerusalén en los años 30 de nuestra era. Una de las fuentes más genuinas que relatan estos hechos desde una perspectiva creyente son los Evangelios, escritos entre los años 70 y 80, particularmente los llamados sinópticos. En ellos encontramos abundante información sobre Jesús como un galileo que vivió y se formó en Nazaret, y que al igual que otros tantos galileos de aquel tiempo, fue visto como un agitador popular, como un hombre peligroso para quienes detentaban el poder económico y religioso de su época, quienes constituían un círculo de dominio y exclusión que se concentraba en el templo y en toda la dinámica de opresión que allí se gestaba.

Desde esas roscas de poder infames se decreta la muerte de Jesús. Por lo tanto, su muerte fue un crimen, un asesinato; fue la ejecución de un condenado injustamente por los opresores, precisamente por haberse puesto de parte de los excluidos y oprimidos, desechados y despreciados también por una religión que estaba lejos del Dios verdadero.

Fácilmente se nos olvida que esa religión confabulada con los políticos, condenó y mató a Jesús, que fue perseguido, torturado y asesinado. Se le montó un juicio plagado de mentiras e injusticias. Se le aplicó una tortura terrible, la flagelación; luego se le aplicó la muerte más cruel, importada de los persas por los romanos, el ser crucificado. Fueron los sumos sacerdotes del templo de Jerusalén, es decir, la religión oficial, los que instigaron a la gente a pedir la muerte de Jesús, y forzaron al procurador romano Pilato para que lo condenara a morir crucificado.

Se ensañaron contra él las élites corruptas y ambiciosas, tanto de Galilea como de Jerusalén, que siempre lo vieron como un desobediente y un escandaloso, un infiel y un blasfemo, en definitiva, una amenaza grave para la estabilidad y la paz del sistema de convivencia que habían aceptado y acordado los dirigentes del sanedrín con los romanos, el poder de ocupación en la Palestina de aquel tiempo.
Ahora en un esfuerzo por repensar la teología a la luz de la exégesis bíblica y de numerosos estudios del entorno social y cultural de la época, se va concluyendo que el significado de la muerte de Jesús no se agota en un acto de expiación a Dios por los pecados de los hombres, ni concluye en un acto de devoción, ni de ofrenda sacrificial. El Dios verdadero, que es Padre-Madre, Amor y Bondad, no puede necesitar ni exigir esas cosas.

Más bien la historia de la muerte de Jesús es la historia de un hombre libre ante los poderes de este mundo, que no lo intimidan ni lo enredan con sus tretas repletas de mentira, injusticia y violencia, porque él fue un hombre veraz y autentico, un místico, un profeta, un hombre sensible al sufrimiento de las víctimas de aquel sistema perverso, como el de hoy, que genera crucificados y fabrica multitudes de empobrecidos.








Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.

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