domingo, 1 de abril de 2012

LA SEMANA SANTA DE 1940



INTRODUCCIÓN


En el prólogo al libro “Crónicas y tradiciones orales de Jutiapa,” del poeta y cuentista, Luciano Castro Barillas, la antropóloga Xochitl Castro Ramos define la crónica literaria de la siguiente manera: “Técnicamente la crónica es una obra literaria que narra hechos históricos en orden cronológico, es decir, conforme el tiempo en que ocurrieron y generalmente la persona que escribe es testigo presencial de los sucesos , o bien, los mismos le fueron “contados” por quien los observó. La crónica literaria puede referirse a una persona, una época, un país o una localidad. El lenguaje empleado  es sencillo, directo, personal y muy rico en descripciones y detalles.” La siguiente publicación, es una crónica literaria extraída del libro en mención, es una narración alusiva a uno de los eventos religiosos de más arraigo popular en la ciudad de Jutiapa. En este caso los detalles históricos corresponden a la celebración de la Semana Santa de allá por el año 1940. Disfruten amigas y amigos lectores de esta estupenda crónica y que sus sentidos los guíen por tan fascinante recorrido al pasado. Marvin Najarro



Por Luciano Castro Barillas, Cronista Oficial de la ciudad de Jutiapa.


La característica principal de esta actividad religiosa en  la década de los cuarenta era la confección de variadas comidas y confituras, además de la devoción. Comunidad pequeña, pueblerina; un evento anodino era motivo de alarmas y sobresaltos. Por eso cuando don Santiago Villanueva hacía el papel de Jesús en la dramatización del Viernes Santo, cientos de jutiapas expectantes y emocionados se conmovían hasta las lágrimas con el acto piadoso de El Centurión. Esta estampa de teatro popular callejero tenía lugar frente a la casa de la profesora Delia Nájera de Horta. Años después se cambió de escenario y se realizaba frente a la casa de la familia Flores, en la actual Calle 6 de Septiembre, otrora Calle de la Ronda Norte. Al frente de esa casa se realizaban las peripecias histriónicas de la caballería romana con el primerísimo actor don Santiago Villanueva en el papel del centurión, el cual intentaba defender a Jesús de la injusta aprehensión pero, en su intento, el centurión era sorprendido por la muerte. Don Santiago se desvanecía, desplomándose a los pies de El Salvador. Este vecino representaba con tal convicción su papel de moribundo que ante el pataleo de la agonía y las gesticulaciones, los espectadores dudaban entre asumirla como muerte real o teatral. Acto seguido la procesión del Santo Entierro pasaba sobre su cadáver.

Además de las dramatizaciones relatadas, el Viernes Santo por la mañana en las cuatro esquinas del antiguo parque de Jutiapa se instalaban Cuatro Jurados para juzgar a Cristo. Allí se ventilaba un juicio sumarísimo, siendo el reo condenado en las cuatro instancias. A este proceso judicial piadoso se le conocía como El Paso de los Tribunales. Cristo era conducido encadenado por un soldado romano cuyo papel era representado por don Chepe Andrino, quien con tremendo vozarrón gritaba a los presentes que le cerraban el paso: ¡Abran paso el embaucador!, con una voz estentórea tan potente que algunas veces quemó los micrófonos. O bien la anécdota aquella cuando don Chepe leía la sentencia condenatoria e invariablemente incurría en el mismo error de lectura. Decía: “Y que esto sirva de escarmiento para todos los barbados”. A cambio de decir: “Para todos los bárbaros”.


Por esos años la organización de la Semana Santa funcionaba mejor que ahora como instrumento de cohesión y armonización social pues instituciones como la Comunidad de Indígenas, siempre reacia a coordinar las actividades con la parroquia; colaboraba de buena gana y la relación con las curas era de mutuo respeto. El coordinador o enlace entre la Comunidad de Indígenas y la parroquia fue don Luis García quien con sus buenos oficios posibilitó el estrechamiento de lazos fraternos entre las dos instituciones. Uno de los responsables por muchos años de la cofradía fue don Locho Pérez cuya casa se ubicaba a un costado del Banco Banoro, sobre la actual Calzada 15 de Septiembre. Es de consignar también lo siguiente: en la procesión del Viernes Santo las mujeres se ataviaban con vestidos morados y los hombres de riguroso negro. Los cucuruchos o penitentes vestidos de negro portaban sendas candelas de muerto flanqueando ambos lados de las calles. El itinerario del Santo Entierro empezaba de la parroquia hacia el norte. Doblaba el cortejo por la avenida donde se ubican los estudios de Radio Tamazulapa -antigua Calle del Atrio-  hasta remontar la Calle 6 de Septiembre. Luego cruzaba hacia el sur por la avenida donde hoy funciona el Colegio de Magisterio para desembocar en la Calle de la Ronda Sur y luego, al final, ingresar nuevamente al templo parroquial.

Durante la Semana Mayor se degustaba en los hogares el pescado forrado, jocotes, majunches y mangos con dulce de panela; molletes, refresco de chicha y los vernáculos tamales de viaje aderezados con manteca de coche, en una especie de aplicación a la vida eterna por su conservante natural de ceniza, sin el cual no podía tener lugar una acción culinaria y digamos oftalmológica de singular importancia cultural: botarle el ojo al maíz, para que naciera a la vida exquisita y de especial refinamiento el tamal de viaje.



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Publicado por Marvin Najarro
CT., USA. 

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