viernes, 7 de septiembre de 2012

ALFONSO PORTILLO…




INTRODUCCIÓN

Miembros de la administración Obama están contentos y hasta han elogiado a las autoridades guatemaltecas por autorizar la extradición del ahora extraditable ex presidente, Alfonso Portillo, acusado en la Corte Federal de la ciudad de Nueva York de lavado de dinero y malversación de 1.5 millones de dólares provenientes de una donación de Taiwán, la cual  estaba destinada para la compra de textos escolares. Lo anterior, pone de nuevo de manifiesto el largo alcance del brazo de la justicia estadunidense, sobre todo cuando se trata de personas de otras nacionalidades acusados de crímenes que atentan contra sus intereses. Todo lo contrario sucede cuando sus propios ciudadanos, acusados de crímenes en otros países, son requeridos en extradición para ser juzgados. Aunque existan convenios o tratados a ese respecto, simple y sencillamente estos, a la hora de la verdad, no son reconocidos por las cortes estadounidenses. Que Alfonso Portillo se encuentre en esta situación, aunque merecida y justa, no deja de ser lamentable tratándose de un hombre que llegó a la cúspide del poder y en vez de actuar con serenidad y dignidad propias de un depositario de la confianza de un pueblo, el hombrecito se emborrachó con el poder y en lugar de cumplir con sus promesas electoreras, aunque fueran mínimas, optó por corromperse a tal grado que ahora se le considera un delincuente internacional a disposición de la justicia de un país a cuyos intereses, él de seguro se plegó. Y ahora ¿quién podrá salvar al plumífero Robin Hood guatemalteco? Tendrá que estar tostado o loco si piensa que un levantamiento popular encabezado por el delirante hombre de los bigotes hirsutos lo rescatara. Aquí ya no hay vuelta de hoja y lo que le espera es el frio de una tenebrosa prisión norteamericana. "Preferimos una tumba en Colombia a una cárcel en los Estados Unidos", proferían los extraditables de los carteles colombianos. Marvin Najarro.





ALFONSO PORTILLO ESTÁ LOQUITO















Por Luciano Castro Barillas
Septiembre 7, 2012

Convengamos, estimados lectores, que este sujeto fue hecho a la medida del demonio mayor del averno nacional, el siempre propietario de la retórica enrevesada, Efraín Ríos Montt, persona capaz de provocarle a la mente más serena vértigos incontenibles por la sarta de disparates que fluyen incesantes de su boca. Me imagino que si él era, en efecto, el que diseñaba los planes militares contrainsurgentes durante los dos años que tuvo la jefatura del Estado guatemalteco (porque el restirador de diseños presumo estaba en Washington), razón hay que sus oficiales subalternos metieran tanto la pata. “Cada oveja busca su pareja”, dice el refrán popular. Y nadie mejor para ser candidato presidencial por el FRG que el Gran Embaucador, Alfonso Portillo, quien hasta la fecha sigue manejando su lenguaje populista  -de aparente sensibilidad por las causas populares- pero realmente pateando con la derecha. El aliado estratégico de clase de este proverbial demagogo fue la oligarquía nacional y los sectores más retrógrados del ejército. Sus orígenes modestos (sus padres fueron maestros) le dieron la pauta para sorprender a los crédulos ciudadanos que por su extracción de clase iba a tener los consecuentes compromisos proletarios. El sujeto había nacido y crecido contradictorio. Tuvo en algún momento simpatía por la lucha revolucionaria pero luego, en su ilimitada glotonería por el dinero y el poder, se dio cuenta que por ese lado la vida no lucía promisoria. Y se le metió la angurria, la cual a la vuelta de los años se lo llevaría al barranco, con el anticipo de ser presidente de Guatemala. He hizo lo contrario a lo dicho por el Che (una de las personas que más admira por haber sido un revolucionario “puro”): “Un revolucionario se va de lado de donde está el deber, no la necesidad”. Pese a su formación  -estupenda por cierto, pues es licenciado en derecho y doctor en economía-  los conceptos no pudo reificarlos de la manera debida para hacer de él una buena persona. Las malas amistades acabaron por perderlo  -aunque de patojo dicen sus familiares era como las cabras, siempre tiraba para el monte, es decir ya traía en la sangre lo chueco-[1] porque en la práctica actuaba como un lustrador del parque central, de los lustradores de antes (disculpe que me ponga romántico), porque ahora se ven señores mayores muy decentes muy alejados de las palabrotas. Era procaz, enamorado, insatisfecho de la incertidumbre de su voz (por eso el apodo Pollo Ronco) y de sus bien dotados cachetes. Pero todo tenía un resentimiento profundo: el ser pelado. Ahora resulta que este divertido sujeto tiene un nuevo atributo. Posee una cara sardónica, mirada de loco de atar y pensamientos anclados en un inexistente pasado. Amenazó con una insurrección nacional si lo mandan deportado a los Estados Unidos porque no quiere responder por el dinero robado a los guatemaltecos. Pero no quiere irse, porque allá indudablemente no gozará de ninguna ventaja y le esperan buenos años a la sombra. Créame, realmente sentí pena por él. Por la mediocridad actual de su mundo. Por sus ínfulas de gran dirigente. Por su pérdida absoluta de contacto con la realidad. Pero también ofende su arrogancia, porque sencillamente, en su vanidad, sigue considerando tontos a muchos guatemaltecos. Hoy, este granuja, quiere que lo apañen las antiguas “glorias” del caudillo acobardado. Pero Ríos Montt a estas alturas de su vida está para no irse al bote él, no para darle una mano a Portillo, “su muchacho”, como solía llamarlo en los buenos tiempos. La suerte, pues, está echada para este oscuro personaje y es una lección que todos debemos aprender, porque como un ser humano que tuvo la oportunidad de ilustrarse, de veras, que triste es ese final. Solo y en su laberinto.



[1] Chueco: guatemaltequismo equivalente a cosa de mala calidad. Patoso.









Publicado por LaQnadl Sol
CT., USA.

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