miércoles, 3 de octubre de 2012

VENDIENDO LA GUERRA…




INTRODUCCIÓN

En la década de los años 70, cuando estaban de moda las dictaduras militares latinoamericanas, los diseñadores de la política imperial norteamericana sabían que esa situación no era sostenible a largo plazo, porque esas sociedades podrían colapsar de diferentes maneras y concebido América Latina como su patio trasero en su conjunto  -no sólo México-  las cosas allí debían tranquilizarse y los ideólogos en perversiones que nunca falta en Washington invitaron a los políticos más avezados, a los industriales más representativos de la grandes plantas y a los banqueros, es decir, a lo más granado de la oligarquía de los Estados Unidos. Surgió por esos años el Trilateralismo, pero antes, la incisiva troika de los años setenta había recibido otro tipo de influencia, mucho más fecunda para la mentalidad política norteamericana: la de los intelectuales de la izquierda estadounidense que fueron los que en su momento preconizaron en sus variadas disquisiciones teóricas y sus excesos el impulso de los derechos humanos, la igualdad de género, e incluso la reivindicaciones étnicas. Por lo tanto la emergencia al escenario internacional de instituciones como Amnistía Internacional y un sin fin de organizaciones no gubernamentales que tutelan los derechos humanos por todo el mundo del internacionalismo liberal (la gran confederación anfictiónica imperialista) hacen algo que ya desde hace décadas está programado, siendo el agregado más reciente sin sustrato intelectual y la pura y genuina brutalidad; la agresión contra Irak, Libia y ahora Siria. El colonialismo cultural y político, pues, salta a la vista, no sólo en las derechas que no lo disimulan, sino en las izquierdas, que han en ocasiones, redargüido esos argumentos del imperio. Luciano Castro Barillas.






VENDIENDO LA GUERRA COMO
“PODER INTELIGENTE”

Suzanne Nossel, directora ejecutiva AI-USA














Por Coleen Rowley
Consortiumnews, agosto, 2012

En años recientes se ha hecho evidente que el uso de la fuerza mortal por parte de la OTAN (dominada por Estados Unidos) esta no solo fuera de los parámetros legales del derecho internacional, sino que también en algunos casos, fuera de principios legales básicos que han desafiado  las pruebas del tiempo por décadas o hasta siglos. Una de las explicaciones del porque la sociedad civil estadounidense no ha reaccionado, es la “retórica de lo mejor” de la que ahora se está haciendo uso para vender la guerra.

¿Cuál es esta mejor retórica para la agenda de guerra de EEUU-OTAN, la que una vez fue espetada por un oficial estadunidense en Vietnam, como: “¿Fue necesario destruir la ciudad para salvarla?". Los proponentes de hoy en día del “Poder Inteligente” (Smart Power) convincentemente elaboran su caso para que haya más guerra (sin fin) al urgirnos, con éxito, “redefinir la batalla contra el terrorismo y la proliferación nuclear…desde una oscura y consumidora lucha, en una esperanzadora y progresista causa, dirigida a asegurar un sistema internacional de sociedades liberales destruyendo todo desafío a esta”.

Este mensaje viene de hombres y mujeres aparentemente razonables que rotan en las puertas giratorias de los nombramientos oficiales, trabajos en centros de estudios de política foránea y direcciones generales en organizaciones de “derechos humanos”.

David Swanson, autor de War Is a Lie, (La Guerra es una mentira) hablando ante una concurrencia en la 10ª conferencia anual del Peacestock, patrocinada por los Veteranos por la Paz en Hager City, Wisconsin, este verano, comentó sobre esta nueva propaganda de guerra “liderada por el progresismo”. Afirmó  (...) que las guerras deban ser mercadeadas como humanitarias es una señal  de progreso. Que caigamos victimas de esa propaganda es una señal de vergonzosa debilidad. La propaganda de la guerra es la segunda profesión más antigua del mundo y la mentira humanitaria es no del todo nueva. Pero funciona en concordancia con otras mentiras comunes sobre la guerra.

Las mentiras sobre la guerra, escondidas como humanitarias, fueron claramente evidentes en Chicago el pasado mes de marzo. La activista por la paz, Ann Wright (ex oficial del Foreign Service State Department y coronela retirada del U.S Army), Ann Galloway, miembro del grupo Mujeres Contra la Locura Militar y mi persona, fuimos parte de los miles de activistas en contra de la guerra que estuvimos en Chicago para protestar contra las guerras de la OTAN. Ahí nos dimos cuenta, en vallas publicitarias y anuncios de la nueva campaña de Amnistía Internacional-USA: “Derechos Humanos para la Mujeres y la Niñas de Afganistán".  OTAN mantiene el Progreso en Marcha”.

Dispuestos a no dejar pasar esto sin ser cuestionado, nos metimos en un taxi conjuntamente con otros activistas antiguerra y nos dirigimos al hotel en Chicago en donde se celebraba la “Cumbre en las Sombras” de Amnistía Internacional - EEUU - presentada como causa feminista relacionada con las supuestas mejoras en el estatus de las mujeres y niñas bajo la ocupación de EEUU-OTAN. La cumbre conto con la participación de la ex secretaria de Estado, Madeleine Albright, y otros oficiales y figuras del Departamento de Estado y del Consejo de Relaciones Exteriores.

No se nos permitió entrar con nuestros carteles; “las bombas de la OTAN  no son humanitarias”, “la OTAN está matando niñas”, y posters anti drones (naves aéreas no tripuladas), pero presenciamos lo suficiente del evento como para permitirnos rápidamente emitir un advertencia sobre la explotación de los derechos de las mujeres como fachada para la guerra: Amnistía Internacional es cómplice en las guerra de los Estados Unidos.

La United National Antiwar Coalition (UNAC) emitió luego una declaración sobre las afirmaciones de la OTAN de “progreso” para las mujeres y niñas de Afganistán, como también un comunicado condenando las campañas de Amnistía Internacional-EEUU en apoyo de las guerras de los Estados Unidos y la OTAN.  La UNAC condenó la postura pro guerra y los esfuerzos propagandísticos en apoyo de la continuada ocupación de Afganistán y la intervención en Siria y demandó de Amnistía Internacional, reafirmar su compromiso con los derechos humanos, no la guerra. Además demandó remover aquellos responsables por sus actuales políticas y campañas pro guerra.

Una “herramienta” del “Poder inteligente” de EEUU

Suzzane Nossel, la actual directora ejecutiva de Amnistía Internacional-EEUU, trabajó previamente y en diferentes oportunidades como oficial de Departamento de Estado, para Richard Holbrooke y Hillary Clinton y se  le acredita de ser ella quien, personalmente, acuñó el término “Smart Power” (Poder inteligente”), que Clinton anunció; como el elemento que define la actual política exterior de los Estados Unidos. “Smart” -ciertamente suena mejor-  para proyectar un contraste en relación al uso descarado de parte de Bush y Cheney del “Hard Power”.

“Smart Power” emplea el “Soft Power”: presiones diplomáticas, económicas y culturales, que pueden combinarse con el uso de fuerza militar, para “imponer nuestra voluntad” sobre naciones extranjeras, como lo describió Nossel: “Para avanzar desde posiciones discordantes hacia una visión convincente, los legisladores progresistas tienen que virar hacia el gran fundamento de la política exterior de los EEUU del siglo XX: el internacionalismo liberal, el cual postula que un sistema global de democracias liberales estables será menos inclinado a la guerra…

Washington, reza la teoría, debe ofrecer un liderazgo acertado   -diplomático, económico y en no menos medida, militar- para avanzar una amplia gama de metas: autodeterminación, derechos humanos, libre comercio y el aislamiento y eliminación de dictadores y de armas de destrucción masiva (WMD)”.

Todavía más relevante al tema de las organizaciones de derechos humanos y de paz y justicia que están siendo cooptadas, Nossel, sin embargo, describió (en la revista Foreign Affairs, marzo/abril 2004) Smart Power, como sigue: “sabiendo que la propia mano de los Estados Unidos, es no siempre su mejor herramienta, se hace necesario entonces, enlistar a otros que trabajen en beneficio de los intereses y metas de los Estados Unidos”.

La pregunta que emerge es, ¿cómo pueden organizaciones de los derechos humanos, de gran efectividad y respecto por su buen trabajo, mayormente debido a su independencia de gobiernos poderosos y con grandes intereses de por medio, tan fácilmente acceder a ser usados como herramientas, de lo que Nossel, en una ocasión se refirió como al “Superpowerdom” (Superpotencia) de los EEUU?. Cuando Amnistía Internacional-EEUU invitó a Madeleine Albrightn y otros oficiales del Departamento de Estado para hablar en el foro de mujeres organizado por la OTAN, no fue la primera ocasión que acudía a la arquitecta de las duras sanciones económicas que fueron impuestas sobre Iraq, durante la administración de Bill Clinton y que fueron la causa de la muerte de medio millón de niños iraquíes. Poco después de convertirse en directora ejecutiva de AI - EEUU, en enero del 2012, Suzanne Nossel, sirvió como moderadora de un panel en Wellesley College, durante el desarrollo del cual, urgió a Madeleine Albright a favorecer más intervenciones de los Estados Unidos: “Como cabeza de Amnistía Internacional-EEUU, un punto de gran frustración y consternación para las organizaciones de derechos humanos y de sociedades civiles durante los últimos ocho o nueve meses ha sido el fracaso del Consejo de Seguridad de la ONU para discutir, de alguna manera, la muerte de cinco mil civiles en Siria, a manos del presidente Assad y su ejército.

“Durante la primavera pasada, el Consejo de Seguridad de la ONU fue capaz de forjar una mayoría para ejecutar un plan de acción vigoroso en Libia, el cual fue inicialmente muy controversial, provocando muchas dudas entre miembros claves del Consejo de Seguridad. Pero Gaddafi cayó, ha habido una transición ahí y pienso  que uno habrá pensado que esas dudadas se han extinguido. Mas sin embargo, hemos visto un continuo impase sobre la situación en Siria y casi un retorno a los días de la guerra fría y a la parálisis del Consejo de Seguridad. 

¿“Como explican ustedes eso y cual piensan ustedes es el ingrediente que hace falta para salir del atascadero y hacer que el Consejo de Seguridad cumpla con sus responsabilidades en Siria”?

Hasta la despabilada Madeleine Albright parecía genuinamente desconcertada por la intención de la directora de Amnistía Internacional de empujar por una intervención de EEUU-OTAN en Siria, tal y como sucedió en Libia. Albright y otros de los conferenciantes respondieron con escepticismo a cerca de lo que podría lograrse a través de los bombardeos o la fuerza militar. Lo que no debió de haber sorprendido, sin embargo, fue que Nossel minimizara los miles de bombardeos aéreos de la OTAN sobre Libia, llamándolos una “acción vigorosa”, así como, urgir al Consejo de Seguridad de la ONU por una potencial autorización para hacer lo mismo en Siria, refiriéndose a esto como, “cumplir con sus obligaciones”

Previamente en calidad de miembro de un think tank (centro de estudios) ella se quejaba de que el fracaso en Iraq podría significar que Estados Unidos perdiera su “voluntad para usar la fuerza militar". Iraq, como Estado fallido, probablemente augure una época de profunda reservación entre el público de EEUU en relación al uso de la fuerza, una especie post Vietnam, una resaca post Mogadiscio. 

Escaso escepticismo

Tristemente, Amnistía Internacional está lejos de ser la única organización de derechos humanos o de paz y justicia, que está siendo engañada, de variadas formas por la recién acuñada doctrina del Departamento de Estado, Responsibility to Protect (R2P) (Responsabilidad para Proteger) conocida de otra manera  como “intervención humanitaria”.  Y también la recién creada “Atrocity Prevention Board” (Junta de Prevención de Atrocidades), dirigida por Samantha Power, quien está entre los principales arquitectos del bombardeo en Libia por los EEUU - OTAN.

Human Rights Wacht, Physicians for Human Rights, la Peace Alliance, Citizens for Global Solutions, Think Progress y AVAAZ son algunos de los grupos que parecen haber tragado ese particular Kool-Aid1.

Esto no es del todo nuevo, hace unos años los neoconservadores cooptaron a varios centros de estudios “liberales”: Brookings Institution, el U.S. Institute of Peace, el Carnegie Endowment for Peace, etc. Décadas atrás los halcones de la OTAN secuestraron el Premio Nobel de la Paz.

Jean Bricmont en su libro, Humanitarian Imperialism: Using Human Rights to Sell War, indicó: “Desde el fin de la Guerra Fría tuvo lugar la idea de usar los derecho humanos como justificación para la intervención de los poderes económicos y militares que lideran el mundo, sobre todo los EEUU en los países vulnerables a sus ataques. El criterio para tales intervenciones se ha vuelto más arbitrario y autoconveniente y su forma, más destructiva, desde Yugoslavia hasta Afganistán e Iraq. Hasta la invasión de Iraq por los Estados Unidos, una buena parte de la izquierda fue muy a menudo cómplice con esta ideología del intervencionismo, descubriendo, según la necesidad, nuevos Hitlers y denunciando  los argumentos en contra de la guerra como contemporáneos, en el modelo de Munich en 1938.

En conexión con “su reveladora crítica de la problemática  simbiosis entre Washington y el movimiento de los derechos humanos”:  James Peck, en su libro, Ideal Ilusions: How the U.S. Government Co-opted Human Rights, declara: “La guerra en Libia de hoy y los llamados para intervenir mañana en Siria, epitomizan un trágico desarrollo en el etos humanitario y de los derechos humanos: La guerra y otras formas de intervención encubierta o abierta están siendo relegitimados a través de la retórica de los derechos humanos de Washington.

Libia nos dice todo lo que no debemos hacer en Siria y por qué la guerra humanitaria es una monstruosa ilusión. El amplio apoyo en la comunidad de los derechos humanos por toda esta clase de interferencia desde ‘democratización’, ‘construcción de la nación’, hasta ‘el imperio de la ley’, corre el riesgo ahora de combinarse formando la base para la guerra misma.

Esto es indicativo de no otra cosa que, una profunda falla de la comunidad de los derechos humanos en exponer, cómo y por qué, el gobierno de los Estados Unidos, por más de cuatro décadas; ha convertido los derechos humanos en una potente arma ideológica con propósitos que tienen poco que ver con los derechos de otros y todo que hacer con impulsar los objetivos estratégicos globales de Washington.

Virando (o conduciendo) hacia la guerra

Jus ad bellun (el derecho de ir a la guerra) se ocupa de la teoría de la Guerra Justa, el Tratado Kellogg-Briand de 1928 (proscribir la guerra), los Principios de Nuremberg (crímenes contra la paz) y aun, hasta cierto punto, la “Doctrina Powell” (evaluando las razones para ir a la guerra), pero su proposición principal ha sido olvidada o ignorada, especialmente desde  el 9/11.

Muchos estadounidenses parecen haber olvidado que, en lo mínimo, las guerras de agresión constituyen el crimen supremo, porque ellas dan lugar a violaciones flagrantes de la Convención de Ginebra y otros jus in bello crímenes internacionales (cometidos durante la guerra) como por ejemplo engendrando más guerras, genocidio étnico, tortura, abusos a los derechos humanos; el asesinato de prisioneros y el ataque a poblaciones civiles.

Las violaciones de ambos tipos de la ley internacional de la guerra por parte de los Estados Unidos, como también de su propia constitución, paradójicamente, ha servido para erosionar aún más cualquier legitimidad que alguna vez tuviera antes de la existencia de la doctrina del Soft Power.  “La autoridad moral” de EEUU, su legítima habilidad para educar, el uso de su liderazgo como ejemplo para que otros países se adhirieran a la ley internacional, fue rápidamente sacrificada por el engaño del que se valió para atacar a Iraq y Libia, como también al institucionalizar, de manera indefinida, la “guerra global contra el terrorismo”.

Si la guerra generalmente es una mentira, si históricamente las guerras institucionales han sido instigadas, peleadas y luego después falsamente ennoblecidas por medio de pretextos y propaganda. Si el “Poder Suave”, “responsabilidad para proteger” e “intervención humanitaria” sirven únicamente como una buena y efectiva retórica para convencer a los ciudadanos estadounidenses de las bondades de la fuerza militar como “último recurso”, después de haber intentado con la diplomacia (implementada para fracasar) y las duras sanciones económicas que causan hambre y matan niños, ¿no tiene sentido acaso, para los grupos de derechos humanos, de justicia y paz renunciar en vez de abrazar los intentos de gobiernos poderosos de utilizarlos como herramientas de tales políticas?

Lo que en verdad sería inteligente y podría reducir las atrocidades en el mundo, sería que, los grupos “no gubernamentales” y las organizaciones que profesan los derechos humanos y la paz como sus causas recobren su independencia al separarse ellas mismas de las agendas basadas en los intereses nacionales y el uso de la fuerza militar de los gobiernos de Estados Unidos y la OTAN. Una vez logrado eso, sería más fácil para la sociedad civil cambiar radicalmente de dirección, distanciándose completamente del uso de la guerra y de la noción de que el poderoso está en lo correcto a lo que realmente es “smarter” (más inteligente): el poder de las normas éticas y legales.




1. Metáfora comúnmente usada en Estados Unidos y Canadá que se refiere a una persona o grupo que aceptan sin cuestionar o sin un examen crítico una creencia, argumento o filosofía.  El término tiene sus orígenes en el suicidio colectivo de los miembros del the Peoples Temple, liderada por el Rev. Jim Jones, en Jonestown, Guyana,1978. Se dice que los miembros de dicha secta cometieron suicidio al consumir una bebida suave hecha a base de Flavor Aid (no Kool Aid) que contenía cianuro.



Traducido por:  Delmar Manuel


Coleen Rowley es una agente retirada del FBI y ex jefe consejera de división en Minneapolis. Ella es actualmente una dedicada activista por la paz y justicia y miembro de Women Against Military Madness.










Publicado por LaQnadl Sol
CT., USA. 

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