sábado, 18 de febrero de 2017

La lucha entre los imperios de la posmodernidad

El pleito de Trump es y será por mantener una hegemonía que a estas alturas de la historia está halada de los pelos y sin condiciones de competitividad interimperial. Los chinos vienen por la hegemonía, porque está también en su ser profundo, en su alma colectiva,  toda una vocación imperialista.
                                                                                                                                    

LA LUCHA ENTRE LOS IMPERIOS
DE LA POSMODERNIDAD


Por Luciano Castro Barillas

Una de las expresiones más significativas de los imperios en proceso de decadencia es que van accediendo a la jefatura del Estado las personas de la peor categoría moral (eso dijo un connotado escritor norteamericano, Gore Vidal)  y mental.

El presidente o jefe de Estado era en el pasado el ideal del hombre probo, de gran equilibrio, de admirable nivel formativo, capaz de dar dirección intelectual  a la sociedad que lo había elegido para gobernar y crear un imaginario colectivo de un poder detentado por auténticos hombres de Estado cuya seriedad y circunspección en sus actuaciones públicas eran dignas de imitar, independiente de los baldones propios de sus condición humana, donde una canita al aire siempre la soltaban.  No fingían ser hombres perfectos, pero en una gran medida eran personas honradas. Así pasó en la antigüedad clásica, cuando los filósofos, poetas y pensadores políticos, creadores de la República Romana, fueron  sustituidos por el esplendor y confusión de la riqueza material y surgieron los grandes oportunistas llamados Emperadores, cuyas fuerzas militares y maña política se trajo abajo en 500 años la grandeza construida en milenios.

Crecieron esos imperios con la mano de obra esclava de los pueblos ocupados al este y norte de Europa y los que llegaban a Roma, los antiguos emigrantes, que viviendo en condiciones deplorables, la esclavitud era menos dolorosa en la capital del imperio, porque la opinión pública de los ciudadanos romanos que consideraban a los esclavos animales parlantes, no seres humanos, se movía de cuando en cuando en su fuero interno ante la influencia de los filósofos que se preguntaban desde la Grecia clásica ¿qué es el hombre y cuál su destino?, ¿qué es el mundo?...

En la Roma decadente la culpa la tenían también los inmigrantes cristianos de Palestina y ya en el surgimiento de los imperios occidentales, los aparentes responsables de la decadencia fueron siempre los vecinos que movidos por la necesidad llegaron a trabajar a los centros de poder. Pasó en el Imperio Británico con la mano de obra barata de los hindúes, el quimérico y brevísimo imperio del Tercer Reich quien se dolía de los judíos, los españoles que endilgaban todos los males a los pueblos indígenas o el imperio ruso zarista que siempre la tuvo contra los polacos, ucranianos y pueblos de las estepas de Asia sojuzgados por los rusos; todos invariablemente acusando de sus problemas sociales, económicos y políticos a los pueblos que con su trabajo esclavo o semi-esclavo construyeron la riqueza, como sucede actualmente en los Estados Unidos con las comunidades de pueblos hispanos (mexicanos, centroamericanos y sur americanos).

La pugna con Rusia, promovida por los Estados Unidos, claro está; es la misma historia: luchas intraimperialistas por tener cada cual sus esferas de influencia y de dominación. Me cuesta trabajo creer que Rusia, con viejas tradiciones imperialistas, haya renunciado a ellas. O Alemania que cerró con superávit su gestión económica –financiera, no esté consciente de la mano de obra turca y de países árabes que han sido generadora de riqueza. La acogida de más inmigrantes en Alemania responde a eso: a una población que se envejece y que necesita de sangre joven para impulsar las tareas más penosas. 


El pleito de Trump es y será por mantener una hegemonía que a estas alturas de la historia está halada de los pelos y sin condiciones de competitividad interimperial. Los chinos vienen por la hegemonía, porque está también en su ser profundo, en su alma colectiva,  toda una vocación imperialista. Los pueblos grandes hacen lo grande. Los pequeños serán siempre los subordinados. Es la historia de la humanidad a lo largo de los siglos.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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