sábado, 3 de febrero de 2018

El embrecado

Sí, embrecado. Así como cuando a los carros se les topan las fricciones, se les traban las zapatas y se les queda atorado el freno. Así mero.


EL EMBRECADO


Por Manuel José Arce
(De la serie “El Solar Conocido”)

(“… Ya llegó el que estaba ausente…”)

“Lo que pasa es que Manuel José es bolo fuercero, pero de armario…” Así se explicaban algunos lectores el prolongado silencio que este servidor ha guardado en el último tiempo. Pero no hay tales carneros. Lo que me ha pasado es que he estado embrecado.
               
Sí, embrecado. Así como cuando a los carros se les topan las fricciones, se les traban las zapatas y se les queda atorado el freno. Así mero.
               
De entrada, uno vive de su trabajo, lo cual quiere decir rodeado de intrigas burocráticas  -hay gente que solo sirve para intrigar, usted lo sabe-  y eso de pasar uno defendiéndose torpemente de las habilidades negativas de otros es como para ponerle la moral al nivel del caite a cualquiera. Luego, me embarqué en hacerle algunos chapuces a mi cueva, y usted también ya lo sabe, lector amigo: a pesar de toda mi sensibilidad social, debo confesarle que los albañiles y los carpinteros son una birria: hasta que me dejaron endeudado, con el trabajo a medias y haciéndolo yo mismo.
               
Así las cosas, me fui embrecando. Quería escribir y no me salía nada.
               
Para salir de tal estado, me puse a leer a los más ilustres columnistas (con excepción de Chepe y Chepe y de Don Clemencio, por supuesto, por supuesto) y me embrequé más. No hombre, todas esas barbaridades a propósito de la visita del Rey de España. Y tanta otra vaina. Realmente creo haber llegado al entontecimiento total. (No respondo por lo que escriba de hoy en adelante).
               
Con frecuencia me pregunto ¿para qué escribo? No sé. Y ahora menos que antes: por lo general sostengo criterios errados, abogo por causas perdidas, no cobro fafas, no hago campañas cívicas ni aspiro a hacerme propaganda personal y a lo mejor solo desoriento a mis lectores.
               
Quería terminar una mi novelita que estaba escribiendo. Pero me da pena. A lo peor salgo con mi “domingo siete” ahora cuando florece la novelística en nuestra eterna primavera…
               
Bueno, digamos, pues que si escribo es para dialogar con usted que tiene la paciencia de leerme.
               

No sabe el esfuerzo que me cuesta ahora estas líneas. Tengo entumecidas las ideas. Se me durmió el idioma (como cuando se le duerme a uno la canilla, con hormigueo y todo) y me siento intelectualmente embrecado todavía. Perdóneme, lector amigo. Téngame paciencia, por favor…






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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